La curiosa historia que esconde la palabra “autobús”

Bitacoras.com |A veces las palabras más rutinarias y comunes de la lengua ocultan a nuestro conocimiento  grandes historias. Es el caso del término “autobús” que esconde alguna sobre  el empeño empresarial, las técnicas de marketing e incluso, algún que otro sombrero.

Todo se remonta al siglo XIX. Las crónicas nos cuentan que allá por 1826, un antiguo coronel del Ejército Francés regentaba, sin mucha fortuna, un pequeño balneario a las afueras de Nantes. Después de revisar la viabilidad del negocio, mucho antes de que se pusieran de moda los análisis DAFO , encontró la respuesta a la falta de clientela en algo elemental: la ubicación. Stanislas Baudry, que así era el nombre de nuestro emprendedor decimonónico, creía que su local estaba demasiado lejos del centro.

La solución al problema la encontró en un dicho popular: “Si Mahoma no va a la montaña, la montaña debe ir a Mahoma” y ya que los nanteses no se desplazaban a la casa de baños, habría que llevarlos. Stanislas solicitó los permisos necesarios para poner en marcha un nuevo medio de transporte gratuito para sus posibles clientes que conectase el centro de Nantes con su balneario.

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El éxito de la iniciativa llegó rápidamente… pero no a donde se esperaba. Los nanteses vieron en el revolucionario sistema una infinidad de posibilidades y solicitaron nuevas rutas. Y hete aquí que Stanislas Baudry se encontró con gran dilema: si respondía a la demanda, el balneario volvería a estar vacío; si no, cualquier otro se las daría y el resultado sería el mismo. No lo dudó un momento: vendió la casa de baños y se dedicó en exclusiva al nuevo nicho de negocio.

Stanislas Baudry pasaría a la historia por crear una de las primeras compañías dedicadas al transporte de personas… pero ello no le hizo merecedor de bautizar a su creación. Los hoy conocidos como autobuses recibieron el nombre en honor a otro empresario local: el sombrerero Omnès. ¿Pero, qué tienen que ver los autobuses con los sombreros?

La clave está en el lugar del que partían: los coches de caballos de Stanislas tenían su parada ante la tienda de Omnès. En ella, un  gran letrero rezaba: «Omnès Omnibus”, un juego de palabras entre su apellido y palabra latina “omnis-omnes”. Su significado es parecido al lema de los modernos helados anunciados por el futbolista Andrés Iniesta: “(sombreros de) Omnès para todos”.

Los nanteses tomaron por costumbre decir aquello de “Voy al Omnibus” o “Voy a coger el Omnibus” y la “nueva-vieja” palabra se difundió como la espuma. Tanto es así que en nuestro idioma ya aparece en el Nuevo diccionario de la lengua castellana de Vicente Salvá de 1846.

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Posteriormente, cuando el antiguo sistema con tracción por caballos fue motorizado, los viejos ómnibus comenzaron a llamarse autobús al añadirle el prefijo “auto”. Pero a pesar de su ya larga vida, ómnibus se resiste a desaparecer de nuestro vocabulario tal vez para recordarnos que el “naming” no es un invento tan reciente.

Imagen | Amtuir y RAE

Redacción | Equipo de Bitacoras