Jaén, la capital del aceite de oliva
Desde que se descubrieran y se dieran a conocer los beneficios y propiedades de la llamada dieta mediterránea, el aceite de oliva ha obtenido su justo lugar en la escala de valores alimenticios. Se ha demostrado que además de aportar vitaminas, su consumo es esencial para facilitar la absorción de minerales, mejorar la digestión e incluso prevenir enfermedades degenerativas como el Alzheimer. Un producto que tiene gran demanda mundial y cuyo primer productor mundial es España, y un gran peso de esta producción recae sobre la región de Jaén, la capital mundial del aceite de oliva.
Si echáis un vistazo por los alrededores de Jaén, encontraréis en las localidades de Martos, Úbeda, Baeza o Villacarrillo, las mayores extensiones de olivares del mundo. Es por eso que Jaén es un referente mundial en lo que a este producto se trata. Pero el aceite de oliva es sólo una faceta de todo lo que esta ciudad tiene que ofrecer.
Jaén está ubicada en las laderas del cerro de Santa Catalina, y a lo largo de su extensión se aprecian diferencias notables de altitud, que van desde los 200 metros sobre el nivel del mar, hasta los 1800 metros en la Sierra de la Pandera. Su complicada orografía al mismo tiempo le otorgó una cantidad de sitios estratégicos que jugaron un papel clave en el desarrollo de la ciudad.
Jaén tuvo una era de esplendor después de la conquista de los árabes. La taifa de Jayyān, en lengua árabe, tenía un notable desarrollo en su industria y en sus terrenos se levantaron mezquitas, palacios y fortalezas. Su situación estratégica la convirtió en el punto clave a conquistar por la corona de Castilla y fue un bastión esencial para la expulsión definitiva de los musulmanes de la Península. Tras la conquista de América, la ciudad vivió una era de prosperidad, en especial por acoger en numerosas ocasiones a los Reyes Católicos y su corte. Desafortunadamente durante los siguientes siglos entró en continua decadencia, volviéndose a recuperar bien entrado el siglo XX, después de la Transición y la llegada de la democracia.
Con tal bagaje cultural e histórico, no es de extrañar que Jaén contenga joyas arquitectónicas de gran calibre. Su Catedral, aparte de ser símbolo de la ciudad, fue tomada como modelo para muchas de las catedrales que se construyeron en América y España. Impresionan sus grandes dimensiones en comparación con el tamaño de la ciudad, gracias a una de sus mayores reliquias “El Santo Rostro”, que recibía una buena cantidad de peregrinos. Otro monumento de visita obligada es el Castillo de Santa Catalina, fortaleza que jugaba un papel defensivo y que ahora regala las mejores vistas de la ciudad. Un sitio muy visitado por los jiennenses.
Otros parajes que no debes perderte son las ciudades vecinas de Úbeda y Baeza, ambas Patrimonio de la Humanidad y cuna de un impresionante conjunto monumental y artístico. No debes perderte sus respectivas catedrales, así como la Plaza de Andalucía, la Iglesia de San Pablo, la Plaza Vázquez de Molina o la Iglesia de Santa María de los Reales Alcázares en Úbeda. En Baeza te recomendamos visitar la Plaza de Santa María y del Pópulo, así como el imponente Palacio de Jabalquinto.
Aun así la lista de lugares de interés es abundante, como lo es su variada gastronomía, formada por un interesante puente de estilos con influencias de la cocina manchega, cordobesa y granadina. La tapa es la reina, pero entre sus platos principales hallamos la pipirrana jaenera, la cazuela de migas ruleras, el gazpacho, las empanadillas, potajes y embutidos, muchos de estos platos diseñados para combatir el frío invierno. No faltan los embutidos y por supuesto, el aceite de oliva y su materia prima: las aceitunas, producto que define a esta diversa región.
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