El amor gana el concurso »cuéntanos y participa»

El pasado mes de junio celebramos un concurso en el que os invitábamos a enviarnos un relato sobre un viaje, con la posibilidad de ganar varios premios: una Smartbox y dos vales de 100€ para compras en El Corte Inglés.

Pues bien, a pesar de que ya anunciamos a los ganadores, ¡ha llegado el momento de publicar el primero de los relatos que nos conquistó! Se trata de una historia que no dejará indiferente a nadie: el romántico viaje de Beatriz González de Mingo, que se hizo con el primer premio del concurso. ¡Esperamos que os guste!

Relato ganador: el amor viaja en el asiento nº 31

Tengo una teoría. Y es que creo que un viaje no comienza cuando nos montamos en el coche, autobús o avión, sino que un viaje empieza en ese segundo de la hora del reloj de la vida en el que decides que quieres hacerlo.

Foto de Beatriz González ALSA

El viaje que voy a contar sólo dura tres días (hay viajes que han llegado a durarme un mes); empieza una tarde, casi noche, de martes aburrida en la que tenía que estudiar, una tarde de esas en la que la concentración es nula y la cabeza se va a las nubes para pensar en cualquier cosa menos en los apuntes que tenía delante. Yo intentaba dejar la mente en blanco pero sólo aparecía una imagen en mi cabeza. Y es que echaba tanto de menos esa sonrisa que no podía parar de pensar en él: ojalá pudiera verle. Y eso es. En ese instante empezó mi viaje.

Decidí ir por sorpresa a ver a mi novio, que vive en un pueblo de Soria, Almazán, y yo en Madrid. Durante la semana planeamos sus amigos y yo una sorpresa: le había dicho que tenía que estudiar y no podía ir a verle ese fin de semana y sus amigos estarían con él esperando hasta que yo llegase para que no se fuese a casa. Era las fiestas del pueblo, por lo que decidieron “secuestrarle” en la peña sin sospechas.

Foto de Beatriz González ALSA

Al día siguiente, fui a Moncloa a comprar mi billete de bus ALSA en la máquina y así seleccionar mi asiento preferido: el número 31. Siempre intento escoger ese asiento. Me gusta la rapidez con la que puedo sacar el billete en las máquinas, da igual la hora y el día que sea.

Mis nervios se acentuaban conforme pasaban las horas y se acercaban las siete y media de la tarde. Esos nervios también se debían al examen que debería estar estudiando en vez de estar en la sala de espera de la Avenida de América. Pero los nervios que sentía en ese momento eran las mariposas de mi estómago que revoloteaban impacientes por llegar a su destino.

El autobús salió puntual, como siempre. Al ser viernes, hubo un poco de atasco en la carretera, pero nada que no se pudiera soportar con un poco de música. Para no gastar la batería de mi móvil, ya que le quedaba poco, usé los cascos y la radio de ALSA. Tras varias canciones y las últimas novedades de la música actual, me sorprendió escuchar una que no suele sonar en ninguna radio, pero que me alegró el viaje. Era una canción de mi grupo favorito, La Fuga, con Buscando en la basura. La sonrisa de aquellos poco más de tres minutos estuvo patrocinada por esa canción.

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En la tele tenían puesta una película, pero yo no le prestaba atención. La mejor película estaba en los cristales. Puede que a muchos les pueda parecer un paisaje feo, pero después de veinticuatro años haciendo el mismo recorrido se le coge cariño; y no puedo pensar ya en una vida sin ver ese paisaje cada poco tiempo.

En apenas dos horas y media de viaje, ya había anochecido y todo lo que había fuera del autobús era negro. Sólo se apreciaban los faros de otros coches que viajaban por la carretera y que parecían luciérnagas que se iban acercando para volverse a alejar y perderse en la oscuridad.

Los nervios que sentía cuando subí al autobús crecieron en el momento en que el mismo entró en la estación de autobuses de Almazán. A menos de cinco minutos de allí, él estaba esperándome sin saberlo. Su cara al verme no se puede explicar con palabras.

Si un viaje empieza cuando piensas en hacerlo, ¿cuándo acaba? Cuando planeas el siguiente; aquella vez, dos semanas después de aquel momento. Y volvería a ser con ALSA. Este es sólo uno de los muchos viajes que he hecho ellos.

Hasta aquí el relato de Beatriz, ¡esperamos que os haya gustado! Próximamente publicaremos los relatos del segundo y tercer clasificado.